LO QUE ME ENSEÑÓ EL OTOÑO
Después de pasar muchos años
de mi vida en una zona tropical, tuve que comenzar a experimentar lo que es vivir
en un lugar donde las cuatro estaciones están muy bien definidas.
Esto me llevó a conocer
una serie de situaciones que, aunque para muchos eran comunes y corrientes,
para mi eran totalmente nuevas.
En el hemisferio norte,
son los últimos tres meses de año los que reciben la época otoñal, un tiempo de
clima agradable y que transforma el paisaje en una obra de arte que sólo Dios
puede pintar.
Y fue precisamente esta
época la que me dejó tres lecciones que compartiré con ustedes.
¡Aunque
el viento te golpee, sigue adelante!
Una de las características
más evidentes del otoño es la gran cantidad de hojas que hay por todas partes,
éstas se transforman en una verdadera alfombra natural, la cual hay que
barrer y recoger día tras día pues pareciera que nunca se termina.
Y barrer las hojas puede que no
sea el mayor desafío, sino que después de barridas debes mantenerlas juntas y
meterlas rápidamente dentro de algún envase o bolsa antes que sople el viento y que todo tu trabajo se pierda en un solo segundo. Y fue precisamente eso
lo que varias veces me sucedió, vez tras vez tuve que reiniciar mi labor, pues
de un momento a otro llegaba alguna brisa que desparramaba mi gran montón de hojas
recién levantado, pero… no dejé que el viento me ganara, una y otra vez volvía
a barrer, y así poco a poco fui terminando la labor que a ratos parecía imposible
de acabar.
No
te desanimes, cuando golpee la adversidad, respira hondo y continúa avanzando.
Ayudando
a tu vecino, te ayudas a ti
Cierto día en el que mi
esposa y yo estábamos barriendo el frente de nuestro templo, notaba que por más que juntábamos
y almacenábamos hojas éstas parecían multiplicarse cada vez más, sectores que
quedaban totalmente limpios, al descuidarme unos minutos, se volvían a llenar de
más y más hojas; me detuve un instante y noté algo interesante, el vecino del otro
lado de la calle tenía su frente completamente lleno de hojas, por lo que cada
vez que soplaba el viento, éste levantaba desde su acera nuevas hojas que
terminaban cayendo de nuestro lado. Entendí que a menos que también barriera
las hojas del frente, el jardín de nuestro templo nunca estaría completamente
limpio, así que crucé la calle y con escoba en mano le di un inesperado regalo
de limpieza a nuestro más cercano vecino.
Si
compartes con otro lo que tienes, al final del camino tendrás más que al
principio.
En
todo tiempo alaba a Dios
Es impresionante la gran
cantidad de tonalidades que cubren la gran mayoría de los árboles en la época otoñal,
hermosos colores visten y adornan todo el paisaje.
Pero lo cierto es que
estas hojas se visten de estos tonos radiantes en momentos que preceden su
caída, su separación final de las ramas que las mantienen con vida. Aquí no estoy haciendo una apología al
sufrimiento o a la muerte, más bien lo que quiero demostrar es que aún en medio
de las mayores dificultades podemos ser motivo de gozo y alegría a quien nos
rodea, aún en medio de los mayores problemas podemos alabar a nuestro Dios.
Que
los problemas sean una cosa, y tu actitud frente a ellos sea otra.
Lecciones simples, pero
valiosas. Sigue adelante, que nada te desanime, y que en tu caminar compartas alegremente con otros aquellas bendiciones que el cielo te ha dado.
Tu amigo, Daniel Cabezas
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