LO QUE APRENDÍ DE NAPOLEÓN

Las Goteras, es un remoto caserío incrustado en las montañas centrales de Venezuela, ubicado a más de mil cien metros de altura sobre el nivel del mar, es una linda zona cafetera y agrícola por excelencia. Fue allí donde conocí a Napoleón González, hombre sencillo, humilde y lleno de esa sabiduría que sólo da el campo, que sólo llega por el vivir rodeado de cerros y mucho verde. Con él compartí varios años, pues pertenece a una iglesia que me tocó atender por casi un lustro.

En una de las primeras visitas que hice a este lugar, caminando por estrechos senderos y guiado por mi amigo Polo (como es llamado Napoleón por quienes le conocen), pasamos por un sector sembrado por algo que sinceramente no conocía, esta porción de tierra estaba bien cuidada, tenía unos pequeños brotes verdes que apenas asomaban por sobre el terreno, tenía además enterradas una varas ubicadas simétricamente en toda la siembra las cuales estaban unidas por alambres formando líneas bien definidas.  

Curioso por naturaleza, inmediatamente le pregunté a mi amigo y guía, que era lo que estaba allí sembrado. Yo esperaba escuchar simplemente el nombre de una verdura o legumbre, en cambio lo que oí fue una verdadera disertación magistral sobre el arte de sembrar tomates.
Napoleón se explayó en detalles, me enteré de la cantidad de semillas sembradas, el tiempo aproximado para la cosecha, la utilidad de esas varillas y alambres, así como también la cantidad y tipo de abono usado, y supe además cuantas personas laboraban y cuanto era el costo de todo lo realizado.  Después de escuchar tanta información y pormenores, no me quedó sino hacer una sola pregunta más, la cual yo estaba seguro me respondería con lujo de detalles. Le dije: ¿Qué cantidad de tomates esperas cosechar? Y él me respondió con toda tranquilidad diciendo: no sé.

Debe haber notado mi cara de extrañeza, pues inmediatamente me explicó y dijo: “mire pastor, yo como agricultor sigo todos los pasos necesarios para realizar una buena siembra; uso la mejor semilla, la siembro en el momento indicado y en el mejor terreno, uso el mejor abono y le doy el mejor cuidado, pero la cosecha depende de Dios. Él es quien controla la lluvia, él controla el sol, él protege de la plaga  y de animales dañinos y también da salud a los agricultores”, y terminó diciendo: “un buen agricultor sabe, que haga lo que haga, la cosecha siempre dependerá de Dios.”

Hoy, cuando han pasado más de veinte años de esa lección de vida aprendida a la orilla de un camino, aún la tengo presente.
“La cosecha siempre depende de Dios”

Sí, se debe siempre hacer el mejor esfuerzo, planificar y realizar todo de la mejor forma y manera, utilizar los mejores recursos y aplicar cuanto  conocimiento tengamos, pero no debemos olvidar que los resultados siempre dependerán de Dios.

El no trabajar de esta manera nos puede llevar a creer que el fruto de nuestra siembra es producto de nosotros mismos, podemos llegar a pensar que – tal como alguien dijo- nosotros somos los arquitectos de nuestro futuro, y esto no es así.

No cabe duda, que el usar la mejor semilla, tener buena tierra y emplear abono de calidad ayudarán a tener mejor cosecha, pero al final del camino, es Dios quién da el fruto. Este un principio de humildad que nos ubica en el correcto lugar como criaturas frente a nuestro creador.

Que hoy sea un buen día de siembra, de buena siembra, y contemos con la bendición de Dios, para una buena cosecha.

El Señor te bendiga,

Tu amigo, Daniel Cabezas



Comentarios

  1. muy bonita historia...real;hay que confiar y dejar todo en las manos de DIOS.GRACIAS.

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  2. muy bonita historia...real;hay que confiar y dejar todo en las manos de DIOS.GRACIAS.

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  3. muy bonita historia...real;hay que confiar y dejar todo en las manos de DIOS.GRACIAS.

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  4. Saludos ni pastor. .. ciertamente el gran Polo como lo llamamos ... bella experiencia. . Saludos con cariño. .. naroli y ender.

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