PERO...¡SOY TU PADRE!
El cajero, después de llamar a un empleado de seguridad, le pidió al hombre que se identificara.
El señor no salía de su asombro, y cuando al fin pudo articular palabra, dijo:
“Pero, Carlos…¡si soy tu padre…!”
Si te reíste leyendo esta corto relato, es bueno meditar en el hecho que esto mismo sucede diariamente y a cada instante a nuestro alrededor, pues nuestro Dios y Padre tiene que exclamar muchísimas veces frases similares a las de señor del banco para poder ser reconocido por sus hijos, ya que algunos no le reconocen y otros sencillamente se hacen los desentendidos.
Esta es una fatal y triste realidad, pues tenemos un Padre que nos ama y es Todopoderoso al que nos cuesta ver y reconocer.
Todo hijo necesita ser atendido, alimentado, guiado y enseñado, necesita ser protegido de lo malo y fortalecido en lo bueno, abrigado en días fríos y refrescado en momentos de calor, sanado cuando está herido y consolado en períodos de dolor.
Tenemos un Padre que desea darnos todo esto y más, por lo que no hay instante en que no nos esté buscando y llamando, pero en muchas ocasiones en vez de brazos abiertos, lo que recibe de nosotros es nuestra espalda.
Ahora, justo ahora, tu Padre Celestial está frente a ti... y dime… ¿Qué harás? ¿Llamarás a seguridad y le pedirás que se identifique? o, ¿abrirás tus brazos para recibir Su bendición?
Dios te bendiga hoy y siempre,
Tu amigo, Daniel Cabezas C.
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