La Permanencia de lo Intangible

 Sin tener que caer en asuntos filosóficos y conceptuales, nadie puede negar que la nuestra es una sociedad materialista. Una sociedad que en gran medida juzga y determina el valor de un individuo sencillamente por cuantos bienes materiales posee.
    Una persona –para esta sociedad- vale por la ropa que tiene puesta, por el vehículo que conduce, por la casa donde vive y por el tamaño de su cuenta bancaria.

    Esta triste realidad trae efectos secundarios inevitables tales como el consumismo, el egoísmo y el clasismo, entre otros. Éstas son verdades  muy difíciles de negar y ocultar.

     Ahora… ¿es negativo querer, aspirar, luchar y prepararnos para vivir en mejores condiciones día a día? Definitivamente NO.
Dios colocó en el ser humano el “gen” de la superación, del mejoramiento  para poder crecer en todos los sentidos.
El asunto que quiero enfatizar es que aunque podamos llegar a tener y poseer muchas “cosas materiales”, finalmente todas, absolutamente todas ellas dejarán de ser, de valer, de existir.
Creo que los bienes deben ser más que un fin en sí mismos, deben transformarse en un medio que nos lleve a disfrutar la alegría de vivir y nos permitan compartir con otros las bendiciones que Dios nos da.

Mith Albom dijo: “No te aferres a las cosas, porque todas son impermanentes”, al leer esto me pregunto: ¿Qué tanto vale sacrificar nuestras vidas, salud, tiempo por lo que finalmente no permanecerá?

    En el avanzar de nuestra corta vida hemos podido ver que aquello que en algún momento fue lo más valioso que tuvimos,hoy ya no existe, desapareció.
Frente a esta situación, no nos queda sino darnos cuenta que por encima de lo tangible y de lo material, hay elementos que aunque no los podemos tocar ni comprar en alguna tienda, tienen la facultad de permanecer a través del tiempo y perdurar.

    Te pregunto: ¿Puedes tocar un recuerdo? ¿Puedes palpar la fe? ¿Dónde se compra el amor? ¿En qué almacén te venden tiempo? ¿Dónde fabrican amistad verdadera?
    Puede que aquél carro nuevo ya no sea tan nuevo, pero el recuerdo del primer paseo familiar en él, seguro aún permanece.
    Quizás en tu diploma de graduación los años ya dejaron su típico color amarillento, pero la emoción que sentiste al recibirlo aún vive en tu mente.
    Amigo, si tu carro nuevo va ser el motivo de regaños y reprimendas  para que tus hijos no puedan ni moverse ni jugar en él, te pregunto ¿vale la pena? ¿Qué recuerdo guardarán ellos de ese vehículo cuando ya éste ni exista?
Seguro recuerdas aquél abrazo que alguien te dio ese día gris de tu vida, pero… ¿recuerdas la ropa que llevabas puesta?
Repito, no es lo material el problema, el problema es   ¿A qué es lo que le estamos dando mas valor en nuestra vida? ¿Qué estamos dejando en la mente de la gente que nos rodea? ¿Qué recuerdos estamos fabricando?
¿Sabes? Pude ser testigo- con veinte años de separación- del instante mismo cuando mi padre y mi suegro fallecieron, literalmente los vi morir, y te aseguro que en ese momento nada material fue lo que me sostuvo, y hoy por hoy lo que más atesoro de ellos no es nada que pueda tocar con mis manos.
Te animo que luches en tu vida por la permanencia de lo intangible, que luches para que la fe no falte, para que el amor siempre florezca, para que cultives la buena amistad, y que así  seas un fabricante de buenos recuerdos.
"Las mejores cosas de la vida, no son cosas."
Anónimo

Dios te bendiga,
Tu amigo Daniel.

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